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lunes, 19 de enero de 2009

Revolución (1809-1814)

jueves, 1 de enero de 2009

¿Qué es la modernidad?


Es bien sabido que una posición política transversal provoca regularmente la cólera de los cancerberos del pensamiento, que se afanan en congelar las ortodoxias ideológicas con el fin de paralizar cualquier nueva síntesis que pudiera amenazar su confort intelectual.

La modernidad designa el movimiento político y filosófico de los tres últimos siglos de la historia occidental. Se caracteriza principalmente por cinco procesos convergentes:

la individualización, por la destrucción de las antiguas comunidades de pertenencia;

la masificación, por la adopción de comportamientos y modos de vida estandarizados;

la desacralización, por el reflujo de los grandes relatos religiosos en provecho de una interpretación científica del mundo;

la racionalización, por el imperio de la razón instrumental a través del intercambio mercantil y de la eficacia técnica;

la universalización, por la difusión planetaria de un modelo de sociedad implícitamente presentado como el único racionalmente posible y, por tanto, como un modelo superior.


Este movimiento tiene raíces antiguas. En muchos aspectos, representa una secularización de nociones y perspectivas tomadas de la metafísica cristiana, que han sido reconducidas hacia la vida profana tras haberlas vaciado de toda dimensión trascendente. En efecto, en el cristianismo se hallan en germen las grandes mutaciones donde han bebido las ideologías laicas de la era post-revolucionaria. El individualismo estaba ya presente en la noción de salvación individual y en la relación íntima privilegiada que el creyente mantiene con Dios, que prevalece sobre cualquier arraigo terrenal. El igualitarismo encuentra su fuente en la idea de que todos los hombres están llamados por igual a la redención, pues todos están igualmente dotados de un alma individual cuyo valor absoluto toda la humanidad comparte. El progresismo nace de la idea de que la historia posee un principio absoluto y un fin necesario, de modo que su desarrollo queda globalmente asociado al plan divino. El universalismo, finalmente, es la expresión natural de una religión que afirma poseer una verdad revelada, válida para todos los hombres, lo cual justifica el que se exija su conversión. La misma vida política se basa sobre conceptos teológicos secularizados. El cristianismo, actualmente reducido al estatuto de una opinión más entre otras posibles, ha sido víctima de este movimiento, que él puso en marcha a su propio pesar: en la historia de Occidente, el cristianismo habrá sido la religión de la salida de la religión.

sábado, 27 de diciembre de 2008

Facebook | Rosa Díez González

Ni izquierda ni derecha

El fracaso rotundo de la izquierda, hoy rebautizada "progresismo", es que, además de no haber elaborado, deglutido sería el término exacto, la derrota del "socialismo real" con la implosión soviética y la caída del Muro, no reelaboró sus categorías de lectura, y se quedó anclado al mundo categorial de Marx, Engels, Lenín, Rosa Luxemburgo y eventualmente Trotsky, haciendo arqueología política.
Si la izquierda está liquidada, ¿qué queda de la derecha? ¿Se puede esperar algo de ella?
De la derecha clásica, tanto del nacionalismo orgánico o integral al estilo de Charles Maurras, como del fascista de Mussolini o del católico de Oliveira Salazar no queda nada. Sólo trabajos de investigación históricos y pequeños grupos políticos sin peso en sus sociedades respectivas.
Si esto es así, queda evidenciado, que la dicotomía izquierda-derecha es estrecha, por no decir falsa, para encarar una lectura adecuada de la realidad.
Hoy situarse a la izquierda o a la derecha es no situarse, es colocarse en un no-lugar, sobre todo para el pensador que pretende elaborar un pensamiento crítico. Y el único método que hoy puede crear pensamiento crítico es el disenso. Disenso no sólo con el pensamiento único y políticamente correcto sino también y sobre todo, con el orden constituido, con el statu quo vigente.
El disenso es estructuralmente una categoría del pensamiento popular, en tanto que el consenso, como vimos, es una apropiación de la izquierda progresista para lograr la democracia deliberativa que tiene mucho de ilustrada, y también, aunque en otro sentido, propiedad del liberalismo como acuerdo de los que deciden, de los poderosos
La alternativa hoy es situarse más allá de la izquierda y la derecha. Consiste en pensar a partir de un arraigo, de nuestro genius loci dijera Virgilio. Y no un arraigo cualquiera sino desde las identidades nacionales, que conforman las ecúmenes culturales o regiones que constituyen hoy el mundo. Con esto vamos más allá incluso de la idea de estado-nación, en vías de agotamiento, para sumergirnos en la idea política de gran espacio etnocultural.
Alberto Buela

La sabiduría de Cicerón aplicable a la España de Zapatero

"El presupuesto debe equilibrarse, el Tesoro Público tiene que ser restaurado, la deuda pública debe ser reducida, la arrogancia de los círculos oficiales debe ser atemperada y controlada, y la ayuda a las tierras extranjeras debe ser recortada, con el fin de que Roma no se arruine. La gente debe aprender otra vez a trabajar, en vez de vivir de los subsidios públicos."
Cicerón, año 55 antes de Cristo

Más luces de Navidad en Alcorcón

Llevo varios días observando como las luces del campo de fútbol del Parque de la República están encendidas, desde que anochece, a eso de las seis de la tarde hasta las diez y media de la noche. Lo curioso es que en estos días no hay actividades deportivas en estas instalaciones, por lo que mi pregunta es por qué se encienden
Yo pienso que como estamos en Navidad, este derroche de luz acompaña, clarifica y da más luz, en estos tiempos de confundidos valores.
¡Quien dijo crisis!, aquí en Alcorcón por lo que se ve no la tenemos, por lo menos en el Ayuntamiento.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Idiotez y cobardía

Del artículo “idiotez y cobardía” de Sebastián Urbina, extraigo el siguiente comentario:
En España, a los 30 años de aprobarse una constitución democrática, el modelo de estado sigue sin cerrase, lo que se ha traducido en una dinámica de descomposición. En un arrebato de originalidad se puso en práctica un modelo excepcional en el constitucionalismo comparado: se inventó el “estado de las autonomías”. Su materialización ha consistido en ir desposeyendo, paulatinamente y sin pausa, al Estado de sus competencias, creando a la vez fronteras interiores basadas en exclusivismos artificiales y en diferentes niveles de bienestar.
España es el único país de Europa con un terrorismo propio, de carácter secesionista, donde sus miembros y simpatizantes están en las instituciones del estado y reciben ayuda de los presupuestos públicos.

En España, se relativiza, o se niega el concepto de nación, impulsado por un “status” de idiocia política que permite la puesta en manos de exiguas minorías independentistas resortes políticos que cualquier estado con un mínimo sentido de la supervivencia no osaría considerar, ni tan siquiera en tono de broma, su transferencia a las regiones. Ejemplo: la educación.
Y, sobre todo, existe un hecho de enorme importancia social: el pueblo español cree que vive en una democracia consolidada. Las ”élites” políticas españolas trasmitieron al pueblo que se había terminado con éxito la “transición política” y que todos se habían convertido en “demócratas de toda la vida”. Se había conseguido un hecho espectacular, lo que otras naciones habían tardado siglos en alcanzar, España lo había conseguido en una década prodigiosa. Se instaló en la opinión pública la certeza que era madura y estaba bien informada, que había una clase política experta y con sentido de estado, que funcionaba la separación de poderes y actuaba como la fortaleza de la democracia, dado el vigor y prestigio de sus instituciones. Todo era una falacia.
Y yo apostillo:
Los españoles (muchos, hijos de Franco si rondamos la cincuentena) estamos a varias generaciones aún de conocer lo que significa ser <>, y lo peor, que nuestros hijos se están educando en el <
  • >. Veremos que sale de esto dentro de otros treinta años.
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